miércoles, 5 de mayo de 2010

EL PÍCARO DICE: 2

Capítulo 2

-Veamos…ilumíname. ¿Qué hacemos perdiendo el tiempo en encender una hoguera, si tenemos una misión importante que cumplir? –bufó Kisahj, hastiado; dejándose caer en el suelo junto a su mejor amigo. Dakarai, sin embargo, continuó tratando de avivar las llamas con gesto fastidiado.
-Mira que te lo he dicho antes, pues nada. Ya sabía que no me estabas escuchando.
-Um…es que esa mujer era muy guapa…y además adinerada… -Kisahj se mesó la perilla distraídamente.
-¿Quieres ayudarme de una vez? A ver si echamos la carne al fuego y con el olor atraemos a la bestia –Dakarai añadió otra pila de madera seca a las flamas, que se esforzaban torpemente por despertar.
-¿No se supone que los lobos comen carne cruda?
-Los territorios bajo su dominio son inmensos; con el humo el olor llegará más lejos…espero.
-Lo que tu digas –Kisahj se puso en pie y acarreó el último montón de hojarasca para lanzarlo al recién nacido fogón. –De todos modos, cazar un lobo no me parece una misión tan complicada como para recurrir a nosotros.
-Dime la verdad; no leíste nada de la carta que te envié. ¡Dilo!– Dakarai se secó el sudor, enormemente fastidiado, y lanzó una mirada acusadora al pícaro. El pelirrojo elfo aún tardó un par de segundos en responder.
-Bueno… ¡Eran tres páginas de texto! ¿Qué clase de idiota escribe una carta tan larga? ¡Sólo leí lo importante; la cantidad a cobrar!
-Por qué no me sorprende… -el druida se alejó de la hoguera con un par de zancadas y luego se sentó sobre el mullido césped del valle. Chasqueó la lengua con tedio.
Ya había anochecido.
Tras dejar a la princesa Silv en lugar seguro, ambos habían acudido a los dominios de los lobos para encontrar a Bernok el astuto*.
-Ese lobo… no es como los demás –comentó Dakarai. Tenía los ojos perdidos en las llamas de la hoguera, que a aquellas alturas crepitaban danzando burlonamente ante él. Las luces doradas que bañaban su rostro le conferían un aspecto casi angelical, con el níveo cabello blanco recortando sus facciones.
-¿A qué te refieres? –inquirió Kisahj. Raíces apareció de la nada, junto a él, produciendo un agradable sonido, como de hojas arrulladas por el céfiro.
-Bueno, me he informado… No sabría adivinar qué tiene de maligno en su interior, pero es tan ladino como los hombres, y posee la fuerza de cien lobos. Los aldeanos están atemorizados.-
Kisahj se recostó en el césped, cruzando los brazos tras la cabeza.
-Aun así…- respondió el ladrón, sin más.
-La princesa acudió a nosotros porque sabe que somos los mejores caza recompensas de estas tierras.
-El caza recompensas eres tú; yo soy un profesional.
-Es de vital importancia que acabemos bien este trabajo –Dakarai lo interrumpió. –De otro modo la princesa se verá obligada a ceder a negociaciones con Bernok personalmente.
-Negociar no es tan terrible –Kisahj sonrió.
-Los términos de la negociación de Bernok requieren la vida de la princesa a cambio de dejar de asolar las tierras de Fuenteplateada.-
El silencio se impuso durante algunos segundos, mientras los amigos contemplaban el inmenso mar estrellado que era el cielo sobre sus cabezas. Luego; Kisahj habló.
-¿Y qué? –dijo.
-Suponía que dirías algo así. De todos modos, tómatelo como quieras. Si no lo haces por salvar la vida a centenares de inocentes; al menos piensa que si fallamos no tendrás recompensa.
-Dinero…ahora hablamos el mismo idioma –el pelirrojo muchacho lanzó un sonoro bostezo.
-Quiero pensar que en el fondo tienes corazón –Dakarai bostezó también, contagiado por su amigo.
-Si no pones demasiadas expectativas en mí; no tendré que defraudarte –rió el ladrón.
En aquél momento, el apacible agasajo de las ramas de Raíces se vio truncado en un ronco rezongar; un gruñido grave y profundo, como el de un enorme barco de madera hamaqueado con parsimonia en medio de un mar en calma.
-Vaya. Ya están aquí –comentó Kisahj, sin cambiar siquiera el tono relajado de su voz.
-¿Cuántos? –inquirió Dakarai, tratando de concentrarse en oír sus pisadas. Sentir sus presencias.
-Diez. Quizás doce.
Los amigos se pusieron en pie de un salto justo en el momento en que la manada de lobos asolaba el claro del bosque con violencia. Sus feroces aullidos ahogaron las voces de los muchachos, que se vieron de pronto asediados por una docena de bestias de gran tamaño.
-¿Cuál es Bernok? –Kisahj saltó a un lado a tiempo de esquivar el zarpazo que el lobo más cercano, de pardo pelaje, lanzaba contra él. Rodó con agilidad por los suelos y echó a correr sin dirección aparente, mientras cuatro de los lupinos le seguían de cerca.
-¡No lo sé! –admitió Dakarai; esforzándose por completar su hechizo. Dos de los lobos habían quedado atrapados en la portentosa red de zarzas que el druida había hecho brotar de la tierra. Los animales gruñían, furiosos, mientras luchaban ferozmente por desasirse de su prisión. Por si fuera poco, aún otros tres lo rodeaban, esperando el momento oportuno para atacar.
Dakarai aguardó pacientemente con aquél hechizo imbuído de todas sus fuerzas, y en el instante mismo en que uno de los lobos se lanzó contra él con ansia incontenida, la enorme flecha de piedra que invocó el druida lo golpeó con contundencia. El lobo gimió de dolor al salir disparado y caer a varios metros del elfo.
Sin embargo, aquél segundo de distracción supuso un grave descuido por su parte, y otra de las bestias logró alcanzarle con sus fauces una pierna. El joven soltó un profundo alarido de dolor que rasgó el aire, e instintivamente se llevó las manos a la espalda. Desató los cinchos que sujetaban su enorme martillo y lanzó el arma con toda la furia de que fue capaz contra el animal, golpeándolo de lleno en la cabeza. El chasquido seco de la mandíbula del lobo al hacerse añicos aún se oyó más que el propio aullido del animal cuando cayó al suelo.
Y ya no volvió a levantarse.
Kisahj lanzó una mirada rápida a Raíces. A pesar de que se enfrentaba a tres lobos, el espíritu de roble se las apañaba muy bien solo. Aquella portentosa armadura de cortezas que era su piel suponía un buen blindaje contra los ataque enemigos. En ese sentido; Kisahj no tenía demasiada ventaja. Sólo podía valerse de su destreza para deshacerse de ellos.
Aunque sólo disponía de un instante para lanzar su ataque, tenía que arriesgarse aprovechando el factor sorpresa. De otro modo se hallaría en inferioridad de condiciones, y eso suponía recibir mucho daño. Apenas necesitó un segundo para invertir la dirección de su carrera, frenando en seco y lanzándose de lleno contra sus adversarios, quienes tardaron en reaccionar el tiempo suficiente para que el pícaro hiciera su trabajo. Las dos primeras bestias cayeron sin posibilidad de evitar el impecable corte del ladrón en la yugular, y aún los otros dos resultaron heridos; sin embargo no mortalmente. Los animales gruñeron, embravecidos, arremetiendo de nuevo contra el pícaro.
-Tsk –chistó Kisahj, insatisfecho. –Qué mal día llevo hoy.
-Eh, ¿necesitas que te eche una mano? –Dakarai se acercaba ya caminando resueltamente, después de haber curado la herida de su pierna.
-Ni se te ocurra. Lárgate; estos son míos.
-Venga; acabemos pronto y vámonos a dormir ya –el elfo no hizo el menor caso a su amigo y enarboló su enorme martillo de piedra por encima de su cabeza. Apenas tuvo tiempo de blandirlo un par de veces, y justo cuando se disponía a atacar, los animales cayeron al suelo; gimientes. Siquiera un segundo después estaban muertos.
-¿Cómo? – Dakarai lanzó una mirada de reproche a Kisahj. Por toda respuesta, el pícaro alzó una de sus dagas para que su amigo lo comprendiera. La afilada hoja del arma destelló bajo la luz de la luna, mortalmente hermosa.
-Así que son tus dagas venenosas.
-Uno nunca sobrevive a una herida de éstas –comentó el ladrón, con una sonrisa socarrona.
-Bueno; tendremos que enterrar a estos animales…-dijo el albino muchacho sin esperar que realmente su amigo le prestase ayuda.
-Paso. Tú eres el druida; tú le debes una disculpa a Gaia.
-Eres terriblemente estúpido a veces –se quejó el elfo, pero tan pronto como se disonía a volver a abrir la boca, se le petrificó el rostro. –Ki…Kisahj –tenía los ojos abiertos como platos –creo que ya sé quién es Bernok. –
Señaló tímidamente a espaldas del pícaro.
Cuando Kisahj se giró, reparó entonces en los brillantes ojos rojos que relucían en la oscuridad de la noche. La silueta del lobo, aproximadamente diez veces mayor que la de una criatura normal, emergió de entre la vegetación con sigilo, apretando las mandíbulas y dejando ver unos enormes colmillos afilados con restos de sangre.
El animal gruñó, furioso, mientras erizaba el oscuro pelaje gris de su lomo.
-Vaya… -comentó Kisahj –Daka, espero que te encuentres en forma hoy; necesitaré de toda tu magia para que me cures.
-Para nada.
-Estupendo.
Kisahj asió sus dagas con firmeza y lanzó una desafiante mirada a Bernok, al tiempo que Dakarai hacía lo propio con su martillo. Pronto Raíces regresó junto a su dueño, con un gesto tan fiero que podría haber aplacado a cualquier otro.
Pero Bernok estaba maldito; no conocía el temor.
Apenas un leve gesto de cabeza de Dakarai fue la señal para atacar.
Ambos amigos se disponían a lanzarse contra el monstruo, cuando sus bravos gritos de guerra fueron ahogados con otros aún más escandalosos. Kisahj y Dakarai sintieron que se congelaban de pies a cabeza al ver que un grupo de más de una decena de aventureros irrumpía de repente en el claro y pasaba por su lado a toda velocidad para lanzarse contra Bernok sin mediar palabra alguna.
-¿Qué diablos? –Kisahj apuñaló a Dakarai con la vista.
-¡No tengo ni idea!- gritó el druida para hacerse oír sobre el estruendo de golpes y hechizos mágicos. Las luces cegaban a los muchachos, impidiéndoles de forma alguna seguir el desarrollo de la contienda, si bien al cabo de algunos segundos todo fue de nuevo oscuridad.
Oscuridad y silencio.
Los restos de los hechizos acabaron por desvanecerse, como únicos testigos de lo que allí había ocurrido. Sin poder controlarse, Kisahj creyó por un momento que explotaría de rabia mientras los aventureros desconocidos comentaban alegremente la batalla que acababa de tener lugar. A sus pies; Bernok yacía inerte.
-¡¿Qué ***** está pasando aquí?! –vociferó de tan mal humor, que consiguió atraer la atención de todos los presentes.
-Ah…- un joven adolescente de apenas quince años le dedicó una campechana sonrisa. El chiquillo apenas pasaba del metro sesenta. El cabello negro caía de forma desigual por su nuca, y lo que más llamaba la atención de él, era que parecía, pese a todo, el cabecilla del grupo. –Mi nombre es Kaldezeit. Encontré un anuncio por el cual ofrecían una gran recompensa. Consistía en eliminar a Bernok y…
-Sé qué anuncio es ese –lo cortó Kisahj, fastidiado. –Pregunto cómo os atrevéis a plantaros aquí y robarme MI presa –el ladrón dio un paso al frente con aire amenazador, mientras Dakarai trataba de quitar hierro al asunto.
-Venga, venga. No te lo tomes así…
-¿Que ellos han matado a Bernok?- en aquél instante, si. Kisahj sintió que su mundo se hacía pedazos. Al girarse; allí estaba ella. La princesa Silv.
-¿Qué? ¿Qué demonios hacéis vos aquí?-casi escupió sus palabras el joven.
-No me encontraba nada tranquila quedándome a salvo mientras luchabais por mí. Quería ayudar…
-¿Pero bueno qué le pasa hoy al mundo?
-Decidme; ¿es cierto que han sido estos aventureros y no vosotros quienes han vencido a Bernok?
-¿Estos idiotas? Por favor mi lady me ofendéis…-rezongó Kisahj.
-Si, mi lady. Ellos han lo derrotado antes que nosotros –Dakarai lo cortó con sus sinceras palabras y una profunda reverencia hacia la princesa. Kisahj hubiera deseado que las miradas envenenasen tanto como sus dagas.
-Eso significa…que la recompensa les pertenece a ellos –concluyó la princesa Silv, y dibujó una hermosa sonrisa que no hizo sino desesperar aun más a Kisahj.
Kaldezeit se echó a reír tímidamente, coreado por sus acompañantes.
Para cuando los aventureros rivales se hubieron marchado y volvieron a quedarse a solas, la madrugada alcanzaba ya su punto alto.
Bajo la luz de la luna, el claro inundado por la sangre de los animales confería un aspecto desolador al paisaje. En el fondo, Dakarai se sentía mejor por no haber recibido el dinero de la recompensa. Era un druida. Podía cometer aquellos pecados en ayuda y defensa de los inocentes, pero por nada del mundo le gustaba pensar en matar animales por dinero.
No quería parecerse a Kisahj.
Suspiró, aliviado, mientras pensaba en dar sepultura a todas las bestias y rezar una oración a Gaia, cuando se preguntó cómo lo llevaría su mejor amigo. Después de todo; para él, el dinero sí era importante.
-Bueno, Kisahj, la próxima vez será…-

Pero cuando se giró para mirar al pícaro él ya no estaba allí.

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By Rouge Rogue

Reseñas: Misión "Bernok, el astuto". Apenas había pasado un rato de conocer a Silv cuando nos pidió que la ayudásemos en la misión de Bernok. Dakarai y yo cedimos amablemente, y lo que en un principi0 éramos dos tios ayudando a una joven desconocida, acabó como una raid de quince personas que por el lag me impedía acercarme siquiera al susodicho Bernok. Hube de conformarme con matar a sus vasallos en la distancia...

4 comentarios:

  1. Qué recuerdos... Me afano en grabarlos con fuego en mi mente, para que no se me olviden jamás ^^ Ese fue un gran día, porque fue el día en que los conocimos a los dos: a Dark y a la Princesa... Si no hubiésemos estado allí, todo sería distinto y, ciertamente, peor. Ahora verdaderamente es cuando comienza la odisea...

    Dakarai - Druida y Guerrero a partes iguales XD

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  2. T.T que bonito daka ......lloro y todo xD la verdad esque ssi si no nos hubieramos encontrado ese dia todo seria bastante distinto ^^




    kaldezeit

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  3. venga venga no lloreis eh que a ver si esta aki uno escribiendo una historia pa echar un rato agradable y todos melancolicos xDDDD

    guardaos la pena pa cuando yo me muera xD

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