jueves, 10 de junio de 2010

EL PÍCARO DICE: 11

CAPITULO 11

Kisahj rezongó y se dió la vuelta, incómodo, para esconder la cabeza bajo la almohada.
Apenas le importaba que ella estuviera allí, en su cuarto, tan temprano por la mañana. De no ser que parecía dispuesta a no dejarle descansar.
-¿Dónde lo habré dejado? -se preguntó Azura a sí misma, aunque en voz alta, mientras desordenaba los cajones del mueble del dormitorio. Cajones, donde, por supuesto, aparte de un par de mudas de ropa no había más que cachibaches que probablemente el pícaro tenía intención de vender por una buena suma.
Entre tanto desorden; un pequeño sobre blanco enseguida llamó la atención de la muchacha. Lo miró con curiosidad un par de segundos, y después se animó a abrir la carta. Apenas había rozado el papel con las manos, cuando Kisahj ya se había puesto en pie como una exhalación para arrebatárselo, de mal humor.
-¿Qué demonios estás haciendo? -masculló, sin siquiera darse cuenta de que estaba arrugando el sobre. -¿No te han enseñado que hurgar en el correo de los demás es...? ¡Vamos, que si vuelves a meter tu nariz en mis cosas te rebajo el pescuezo!
Azura lo miró; arrepentida.
No había ni un deje de malicia en sus ojos, y no acababa de comprender el motivo por el cual el muchacho se enfadaba con ella.
-Sólo estaba buscando mi collar nuevo... -su gesto lucía tan sumamente sincero, que hasta Kisahj sintió una patada en el corazón por haberle gritado de aquella forma. Finalmente pareció relajarse. No tenía ni zorra idea de lo que estaba hablando la druida, pero con casi total seguridad lograrían entenderse lo bastante como para echarla de allí cuanto antes.
-A ver, ¿de qué collar hablas? ¿Y por qué iba a tener yo tu collar?-dijo, con paciencia infinita. La muchacha se encogió de hombros.
-El collar precioso que me dieron ayer por haber cumplido mi misión derrotando Zurjiñones.
Kisahj rezongó.
Recordaba la noche anterior, hacía apenas unas horas. Azura había irrumpido en el campamento de los Zurhidon mientras ellos se encontraban infiltrados, y por error habían comenzado una disputa que les había costado un combate contra toda la base de los magos enemigos. No contenta con ello, de vuelta a Varanas, la chica recordó súbitamente que se había olvidado en el campamento al rehén que se suponía que debía ir a rescatar, y tuvieron que deshacer lo andado, para finalmente descubrir que el susodicho rehén no era otra cosa que un sapo gigante. La persona que había encargado a Azura adentrarse en un mar de enemigos de la Orden Oscura que planeaba asediar Varanas y arrasar a sus habitantes, resultó ser un crío de 7 años que lo único que quería era recuperar a su mascota. Azura había aceptado a cambio de un vulgar collar de cuentas rojas. Una baratija que Kisahj ni tan siquiera se molestaría en recoger si encontrase tirada en el suelo. Recordando todo aquello, el pícaro sintió que los casi invisibles y suaves pelillos de su columna vertebral se erizaban involuntariamente de indignación.
-No tengo tu collar, ¿para qué mierd...? -la miró a la cara y se mordió la lengua. -¿Para qué iba yo a querer un collar de chica?-adoptó un tono más conciliador y teatral, pero Azura no se percató de que el ladrón estaba fingiendo, y aquellas palabras amables despertaron en ella una enorme sonrisa.
-Dakarai dijo que probablemente lo tenías tú.
-¿Así que eso dijo? -Kisahj puso los brazos en jarra.
-Sí...¿cómo era? Ah, dijo textualmente que eras un ladrón y una rata asquerosa, que probablemente me lo habías robado solamente por fastidiar. Y que me lo devuelvas; gilipoyas.
Alguna vena se hinchó considerablemente en la sien del muchacho, mientras la elfa continuaba sonriendo como si nada. En cuanto pudiera, mataría a Dakarai.
-Dime; Azura...- Kisahj se mesó la perilla algunos segundos. -Ese collar tuyo... ¿tenía unas bolitas rosadas y pequeñitas...más o menos asi? -hizo un gesto con los dedos para aproximar el tamaño que quería indicar.
-¡Sí, tal como dices!
-¿Con unas diminutas mariposas pintadas en las perlas?
-¡Exacto!
-El collar que buscas, ¿no es ese que llevas puesto ahora mismo? -el pícaro señaló el pronunciado escote de la chiquilla y ella siguió la dirección de su dedo hasta concluir que lo que decía el joven era cierto.
-¡Andá! ¡Pues es verdad!
Kisahj se llevó la mano al cinturón para extraer lentamente su daga envenenada. Pero recordó de pronto que estaba en calzoncillos y se maldijo por no llevarla encima.
-Bueno, entonces nada. ¡Gracias por ayudarme a encontrarlo! -dijo resueltamente la chica, y salió a paso ligero de allí, tarareando alguna divertida cancioncilla y sin percatarse de que el muchacho la miraba con los ojos entrecerrados, regodeándose mentalmente al imaginar decenas de formas distintas para torturarla.

-Gracias por vuestro impecable trabajo, habéis sido muy útiles a la Guardia Real -Teresa extendió el pequeño pergamino a Dakarai, y el muchacho lo aceptó con una sonrisa de complacencia.
-No fue para tanto...
-Fue muy precipitado, hicisteis un gran trabajo. Deja de ser modesto -aquello sonó más a una orden que a un cumplido, y el druida recompuso el gesto, al tiempo que aceptaba también la cuantiosa suma de oro que la mujer le entregaba. -Me pondré en contacto con Lady Silvermoon y le hablaré de esto. Puede que en un futuro volvamos a trabajar juntos.
-Claro...
En aquel momento Kisahj apareció por la pequeña escalera de madera de la posada, cargando en sus hombros el pequeño saco con sus pertenencias y los cachibaches que, para asombro de su mejor amigo, el pícaro había tenido ocasión de reunir la noche anterior en una ronda nocturna por la ciudad. Por supuesto, el druida no quiso indagar demasiado acerca de la procedencia de aquellos objetos. Estaba totalmente convencido de que si supiera bien a qué se dedicaba el ladrón, sería incapaz de dirigirle la palabra.
El muchacho pasó junto a ellos casi trotando para hacer ruido, y los metálicos tesoros resonaron con alboroto dentro del macuto.
-¡Hora de irnos! -dijo el pícaro, sin más.
-Eh...Kisahj- lo llamó Dakarai.- Tengo que decirte al...- pero el muchacho ya había abandonado la posada, y caminaba resueltamente hacia su caballo para comenzar los preparativos para el viaje de regreso. Se aseguró de que su corcel estaba bien ensillado y las bridas correctamente aseguradas, y después lanzó a lomos del palafrén su mercancía, y la ató con cuerdas al cuerpo del animal.
-Había un elfo en el solar... -cantaba, distraído. En aquél instante, otro saco bien distinto al suyo cayó sobre el caballo, lanzado desde el otro flanco del equino. Kisahj alzó una ceja.
Se asomó distraídamente por encima del lomo de la bestia y dibujó un mohín malicioso cuando descubrió que Azura trataba, sin demasiado acierto, de colocar su equipaje sobre la misma. Pero una y otra vez se le caía al suelo.
La chica chistó, molesta, y volvió a lanzarlo de nuevo.
-Em...- Kisahj se rascó la cabeza, y lanzó una mirada en derredor antes de hablar. -Azura, ¿qué estás haciendo?- inquirió.
Ella cesó en su empeño por unos segundos, y con los brazos en jarra, repuso:
-Pues empacando mis cosas -dibujó una alegre sonrisa, de aquellas que dejaban ver todos sus perfectos y diminutos dientes blancos.
-Éste es mi caballo...- rezongó el pícaro, cruzando los brazos sobre el costado del animal y dejando caer su mejilla entre ellos. La miraba con el cansancio de una madre joven al cargo de demasiados niños. Pero también, con interés.
-Ya lo sé -dijo ella, sin más.- Dakarai dijo que podía montar con cualquiera de los dos... Pero si te molesta -añadió rápidamente, ruborizada.
-Espera; espera. ¿De qué estás hablando?
-Vendrá con nosotros -Dakarai interrumpió la conversación de los jóvenes. Había salido de la posada y apareció de improvisto a espaldas del pícaro, con las manos metidas en los bolsillos, y una actitud sumisa pero tajante. Aquella forma pasiva que Dakarai tenía de decir las cosas. Aquella manera, que no admitía réplica pero que a la vez estaba cargada de disculpas silenciosas. Y Kisahj supo que no debía oponerse.
Resopló largamente, y en vistas de que no había nada que decir, montó en su caballo y tendió una mano a Azura.
-Vamos -le dijo, con una media sonrisa.
La muchacha, tan hermosa como era, sonrió también.

-¡Ay, estás corriendo demasiado!-Azura se aferró con fuerza a la cintura del pelirrojo muchacho, y él volvió a espolear maliciosamente el caballo. Porque cuanto más corría el palafrén, mejor podía sentir las sensuales curvas del cuerpo de la joven contra su espalda. A aquellas alturas del viaje, la chica iba tan apretada contra él, que le dolían los brazos de hacer fuerza para evitar caerse. Y Kisahj solamente sonreía, ajeno a las reprobaciones de Dakarai.
Caía ya la noche cuando el viento les trajo las notas de los cuernos de la Orden, que se alzaban gloriosamente a los cielos para avisar de la llegada de los caballeros. El portón se abrió pesadamente, tirado de gruesas cadenas, y los chicos se adentraron a través del puente en el inmenso castillo donde, apenas minutos después, los pajes y sirvientes acudieron a retirarles el equipaje.
Dakarai ayudó a Azura a desmontar del animal.
A la chica le temblaban las piernas por el viaje, y cuando el druida ya comenzaba a reprocharle al pícaro su actitud, ella sólamente alegó:
-No importa. De todos modos, ha sido divertido.
-¡La princesa Silvermoon! -avisó uno de los guardias de la llegada de la dama al patio, y todos se cuadraron inmediatamente para recibirla. Kisahj, sin embargo, aún permanecía a lomos de su montura.
La doncella atravesó el trecho que los separaba con porte sereno y elegante, y al llegar hasta los jóvenes, Dakarai se inclinó en una profunda reverencia. Azura no supo bien cómo reaccionar, hasta que su amigo tiró de ella para obligarla a arrodillarse también. Silver sonrió. No así cuando su mirada se posó en el pícaro, quien bostezaba perezosamente, aunque en silencio.
-Sir Dakarai; por favor, ponedme al tanto del resultado de vuestra misión.
-Si; mi lady -el chico se puso en pie, y se dispuso a entregar el pergamino que les había concedido Teresa. La dama élfica lo desenrolló lentamente, y leyó su contenido con un brillo de satisfacción en la mirada.
-Os felicito; caballeros -dijo entonces. -Estaréis muy cansados después de estar todo el día en los caminos. Pasad; la cena se servirá pronto en el comedor. -La mujer se dio la vuelta con indiferencia, invitando a los druidas a seguirla pero obviando al ladrón, y si bien él no lo pasó por alto, no estaba entre sus principales quehaceres el llenar el estómago esa noche.
-Con mis más sentidas disculpas -dijo el chico, alzando la voz para que la princesa pudiera oírlo, aunque ella no se giró para mirarlo- esta noche no podré disfrutar de vuestra compañía. Tengo asuntos pendientes. Mi lady...- inclinó levemente la cabeza a modo de despedida, y dando la vuelta con su caballo, salió al galope del castillo, perdiéndose en la espesura de la noche. Silver aún tardó unos segundos en recomponerse, pero nadie que la hubiese visto esa noche podría haber adivinado jamás que el pícaro le importaba lo más mínimo.

Llovía a raudales.
La tormenta se descargaba con furia sobre todo Aslan, y en el castillo, las noches eran sobrecogedoras cuando la lluvia golpeaba los inmensos ventanales. Dakarai entrecerró los ojos, tratando de avistar un claro en el cielo; pero aquella noche no había luna, ni estrellas. Aquella noche se ahogaba en su propia oscuridad.
Llamaron tímidamente a la puerta; con unos golpes tan frágiles, que de no ser por su agudo oído de elfo no habría podido siquiera escucharlos. En otras circunstncias, no mucho tiempo atrás, cuando aún era un cazarecompensas libre, el más mínimo atisbo de movimiento a aquellas horas lo habría hecho recelar. Pero en la Orden las cosas eran distintas.
La Orden era ahora su hogar; y allí no había nada que temer.
Azura asomó tímidamente la azulada cabecilla por el pequeño resquicio de la puerta abierta, temiendo haber despertado al elfo. Pero él estaba en pie, junto a la ventana, y le dedicaba una sonrisa campechana.
La muchacha llevaba puesta una larga camisa blanca; sin duda una prenda de hombre que le quedaba tan grande que bien le servía de camisón. Dakarai la reconoció enseguida, pues él mismo se la había dado para que la joven tuviera algo cómodo con lo que dormir. Hasta donde él sabía, los viajeros acostumbraban a dormir a la interperie con sus armaduras equipadas, o bien completamente desnudos si se alojaban en posadas. Un viajero no tenía espacio en su equipaje para delicadezas como prendas nocturnas; y por eso llevar un camisón era algo del todo innecesario para ella. No obstante, las cosas en la Orden eran distintas, y ni la armadura ni la desnudez de la chica eran lo más apropiado.
-¿Ya te vas a dormir?- preguntó él, tan sólo. Azura asintió, con una leve nota de rubor encendiendo sus mejillas.
-Este lugar es enorme, y me ha costado encontrar los baños. Ahora que volvía a mi cuarto aprovechaba para darte las buenas noches.
Dakarai suspiró con una sonrisa.
-Que descanses.
-Dakarai...-la chica se removió, algo inquieta. El elfo la miró con gesto inquisitivo.- Me da vergüenza admitirlo pero... soy un poquito torpe a veces. ¿Crees que lo haré bien en los entrenamientos de mañana? Me gusta mucho este lugar. Quiero quedarme con vosotros.
El chico se rascó la cabeza un instante.
Se acercó hasta ella caminando despacio y se detuvo cuando apenas los distanciaban unos pasos para mirarla un par de segundos en silencio. Con un sincero gesto de complicidad que transmitía sus mejores deseos hacia la chica, pusos sus manos en los hombros de ella y dijo:
-Lo harás estupendamente. Sé que lo conseguirás.
El tiempo pareció detenerse entonces por un instante.
Azura lo contempló con los ojos vidriosos, y luego simplemente rompió a gritar.
-¡Kyaaaaaaaaaaaaa, PERVERTIDO! ¡NO ME TOQUES! -y le propinó un golpe tan contundente, que Dakarai perdió la noción de lo que estaba ocurriendo, y para cuando consiguió recomponerse, estaba tumbado bocabajo en el suelo y ella se había marchado corriendo de su habitación.

Kisahj apareció en el camino, como surgido de repente de las sombras, escupido por la oscuridad nocturna, bajo aquella cortina de flechas plateadas que era la lluvia. El viento tempestuoso azotaba sus cabellos y su negra capa, y aunque lo empujaba con fuerza, el muchacho no prestaba la más mínima atención a las inclemencias del tiempo. Tenía una cita importante.
Al final del sendero, alumbrada por un pequeño candil titilante, se hallaba la figura encapuchada, que lo aguardaba en silencio y con paciencia, sin moverse del lugar.
Kisahj llegó hasta ella resoplando, y sin mediar palabra extrajo del interior de sus ropajes un sobre ya arrugado (de hecho, lo había arrugado él mismo aquella mañana). Su acompañante lo aceptó con cariño; podría decirse que casi con devoción, y tras mantenerlo entre sus propias manos unos segundos, la mujer se echó a temblar, emocionada, y se abrazó al ladrón.
-Creí que este momento no llegaría nunca -dijo ella, con la voz quebrada, hundiendo su rostro en el pecho del pícaro. Él alzó la vista a los cielos y dejó que el agua discurriera sin reservas por su frente, sus mejillas; su mentón. Suspiró largamente.
Había trabajado muy duro en los últimos meses para obtener aquella información, pero ahora que Yetmaja estaba entre sus brazos sentía que su esfuerzo había valido con creces la pena.
La sacerdotisa aún sollozó en silencio un par de minutos, en los que él se limitó a abrazarla con quietud. Cuando al fin se sintió capaz de hablar sin que las lágrimas la interrumpieran, la chica alzó el rostro para mirarlo, profundamente agradecida.
Pero también enormemente angustiada.
-Las cosas se han complicado; Kisahj -la joven enjugó rápidamente sus lágrimas para que él no la viese llorar, si bien aquél gesto carecía de sentido, pues el aguacero había camuflado su llanto todo el tiempo.
-¿Qué quieres decir? -inquirió él, con el corazón en vilo.
-Creo que sospechan algo.
-¿Quien?
Yetmaja tardó algunos segundos en responder. Fruncía el ceño, aterrorizada ante la propia idea de que sus sospechas fuesen ciertas.
-Una de las hermanas del templo. Ha insinuado conocer algo acerca de nuestros encuentros. ¡Dios mio, Kisahj, no se que voy a hacer!
-Tranquilízate -le ordenó el pícaro, con aquél control de la situación que ella necesitaba sentir que alguien tenía. Porque desde luego, la sacerdotisa no podia dejar de temblar.
-Si me descubren me expulsarán y lo sabes.
-Lo sé; pero no tienes por qué preocuparte. Te dije que me encargaría de todo. Quitaré de enmedio a todo aquél que se interponga en tu camino; Yet.
-Estás loco -la chica negó fervientemente.- No puedes hacer eso. No quiero que lo hagas.
Kisahj sonrió.
Pero era una sonrisa muy triste.
-Aún tenemos algo de tiempo, Yet. Quizás sólo sean imaginaciones tuyas y esa compañera de la que hablas no sepa nada en realidad. Lo prepararé todo para mañana mismo. Moveré cielo y tierra si hace falta. Tú sólo confía en mí.
Yetmaja asintió; con una única lágrima recorriendo su rostro, emborronada por el agua de la tormenta.
Pero para aquellos entonces, Kisahj ya se había perdido de vuelta por el sendero oscuro.

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By Rouge Rogue

Reseñas: Si ya mencioné en el cap 1 que la aparición de la princesa fue el momento decisivo en que la aventura de Kisahj comenzaba, ahora las cosas toman su cauce con Yetmaja.
En la realidad... Ojalas las cosas hubieran ocurrido asi.

6 comentarios:

  1. Este capítulo se me ha hecho increíblemente corto y no he podido plasmar ni una tercera parte de lo que esperaba, cuando ya había completado las 6 pags que suelo escribir. En vistas a esto, he decidido cortar este cap en dos. Tendréis que esperar un poquito más para conocer la historia de Kisahj con Yetmaja.

    jejeje

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  2. a estado bien el final un poco triste, que es cuando yet se va? XD weno ya tamso esperando la 2 parteXD

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  3. Azura no me ha pegado jamás.... ._.

    Y dicho esto, me parece que sé por donde va lo de Yetmaja. Esperaré a ver si mis sospechas son ciertas xD

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  4. Si lo adivinas eres el puto amo xD

    PD. Azura no te pego jamas pero debio haberlo hecho asi q lo pongo aki... xDDD
    Tampoco la tuviste semidesnuda en tu dormitorio por la noche, asi q no te kejes na mas q de lo q te interesa, so pagafantas xd

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  5. jajjajajaj yo flipo con vosotros, dakaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa onde andasssssssssssssssss

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  6. Colgado el cap 12, Nanita, pa que te quejes de mi efectividad xD

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